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martes, 28 de febrero de 2012

Un itzcuintlipotzotli.

En 1780, Francisco Javier Clavijero, sacerdote mexicano, publicó Historia antigua de México, donde describía un itzcuintlipotzotli de la región tarasca de Michoacán. La ilustración que acompañaba el texto mostraba un animal grotesco semejante a un perro del tamaño de un terrier, con cola corta, una cabecita parecida a la del lobo, prácticamente sin cuello, con extraña nariz bulbosa, piel casi lampiña y, los más extraordinario de todo, una pronunciada joroba que se extendía desde el lomo hasta las ancas.
Algunos investigadores se niegan a creer que este Cuasimodo canino fuera un perro y señalan que más bien podría haber sido una especie de roedor similar al cerdo de Guinea. Esto nunca se sabrá, pues el animal ya se extinguió. El último informe de un itzcuintlipotzotli parece ser el de la vida en México, de la señora de Calderón de la Barca, de 1843. Ella dice que vio un ejemplar muerto de este animal en una posada del valle de la Ciudad de México. Fue criado por sus dueños, pero lo mataron porque se volvió muy fiero. Así se perdió en la oscuridad la criatura que muy bien pudo ser una de las bestias misteriosas más feas del mundo.

sábado, 25 de febrero de 2012

Un lago, una leyenda.

 Lago Champlain, Estados unidos
La contrapartida americana del monstruo del lago Ness bien pudiera ser Champ, el monstruo del lago Cahmplain, en los límites de Vermont y Nueva York. Su nombre se debe al francés Samuel de Champlain, quien dijo haber visto extrañas criaturas al explorar la zona entre 1608 y 1612. Pero siglos antes, los indios habían descrito un pez inusitadamente grande parecido a una gárgola, al que llamaban chaousarou.
El 5 dde julio de 1977 una turista, Sandra Mansi, tomó una fotografía de la cabeza, el cuello y el torso de una enorme bestia que surgía del lago. Dos años después, un equipo de sonar registró algo que medía unos tres o cuatro metros y medio de longitud y que se movía en el agua. La mayoría de los investigadores cree que Champ puede ser un reptil acuático conocido como plesiosauro, o una ballena llamada zeuglodon; ambos se suponían extintos hace millones de años.



Por mucho tiempo se ha rumoreado que en los lagos de Canadá, Suecia y el Tíbet, entre otros, hay monstruos de agua dulce no identificados. En 1673 un cazador de osos dijo haber disparado a un dragón devorador de cabras en el lago italiano Nambino. En julio de 1883, la revista Scientific American documentó la muerte de un monstruo de 12 metros de longitud con tres cabezas, caparazón de escamas y grandes garras, en el río Beni de Bolivia. Informes no confirmados de Brasil hablan de enormes anacondas, más grandes que las de 9 metros registradas por los científicos. Estas criaturas, cuyos ojos brillan como linternas de color azul verdoso, se conocen como sucurujo (boa) gigante. En el decenio de los veinte de este siglo, un monstruo con cuello de cisne que parecía un plesiosauro atrajo la atención de los medios de comunicación cuando se le vio en el Lago Blano de Argentina. Se tienen noticias de los Irlanda sobre anguilas tipo caballo, con joroba y cabeza como de víbora.
Fotografía tomada en 1977 por Sandra Mansi.


El misterio de una de esas bestias se aclaró en 1987 en el noroeste de Estados unidos. Durante años se aseguró que en el lago Washington de Seattle vivía una criatura devoradora de patos. Esto se confirmó al encontrar muerto a un esturión de 3,4 metro, con un peso de 408 kilogramos y unos 80 años de edad: una buena razón para pensar que otros monstruos de los lagos son criaturas reales y no imaginarias.

viernes, 24 de febrero de 2012

Sirenas...


La idea romántica de las sirenas del siglo XIX tiene poco en común con la tesis de que los primeros informes de hombres marino se debían a la observación de mamíferos marinos como focas, manatíes o vacas marinas.
Al navegar cerca de las islas de Novaya Zeml'a, frente a la costa norte de Rusia, el navegante inglés Henry Hudson anotó fríamente en su bitácora del 15 de junio de 1608: " Esta mañana, uno de nuestra tripulación vio una sirena por la borda." Un segundo tripulante también la vio muy cerca del barco, observando a los hombres. Los marineros Thomas Hilles y Robert Raynar, dijeron que, aunque el cuerpo era grande como el de un hombre, tenía espalda de mujer y senos, piel pálida, cabello largo y negro, y cola de delfín moteada como una caballa.
La creencia en seres híbridos de humano y pez, u hombres marinos, estaba tan extendida en el siglo XVII como lo había estado en el XII, cuando muchas de estas criaturas fueron vistas en las aguas que rodean a Gran Bretaña. La certidumbre era todavía común entre los marineros cuando el capitán Asa Swift, del Leónidas, zarpó de Nueva York hacia el puerto francés de Le Havre en 1817 y descubrió un pez extraño que todos consideraron que era una sirena.
Aunque lo que vieron fueron tal vez mamíferos marinos, como focas, manatíes y vacas marinas, la idea que la mayoría de los marineros tenía de las sirenas era de una mujer seductora con cola de pez y largo cabello, que sostenía un espejo y un peine: la sirena heráldica representada en carteles de posadas e iglesias. Esa sirena quizá desciende de antiguas deidades de épocas tan remotas como en 5000 a. C.: Oannes, diosa babilonia con cola de pez, o la diosa siria de la Luna, Atagartis. Afamadas por sus voces exquisitas, también se les relacionaba con la mitología clásica, según la cual provienen de las ninfas de río, mitad mujeres, mitad aves, cuyo canto atraía a los navegantes a la perdición. En la tradición occidental presagiaban naufragios.
Las sirenas disecadas de las ferias en el siglo XIX eran invariablemente fraudes; se creaban cosiendo la parte superior de un mono con la mitad inferior de un pez. Pero puede existir una criatura en verdad desconocida que explique parte de los misterios de las sirenas. El 10 de agosto de 1741, en el Golfo de Alaska, el naturista Georg Steller observó durante dos horas un mamífero descrito como un mono acuático, de 1,5 metros de largo, sin miembros frontales y con cola de dos aletas. Sir Alistair Hardy, biólogo marino inglés, dijo en 1960 que los antepasados del hombre pudieron haber tenido una fase evolutiva en el mar y quizá algunos permanecieron en él. Pero el mono marino sigue siendo un misterio como el de las sirenas.